El primer Grand Seiko, fabricado en 1960, fue diseñado teniendo en cuenta tanto precisión como practicidad. El equipo que lo creó quería, sobre todo, hacer un reloj que se clasificara entre los mejores del mundo en términos de su rendimiento como reloj. Su logro es un poderoso testimonio de sus habilidades, pero, desde el principio, sus miras se encontraban incluso a más arriba. Además de ser un reloj que era tan duradero y preciso como cualquier otro, querían que Grand Seiko tuviera una belleza duradera y única. El equipo de Grand Seiko quería alcanzar la excelencia en todos los aspectos de la relojería para que sus creaciones les brindaran a sus propietarios un placer estético duradero y un rendimiento duradero. El camino a seguir se encuentra, por supuesto, en la rica cultura de Japón. Buscando aportar una estética japonesa única a sus diseños, el equipo se centró en la forma en que el arte y la arquitectura japoneses se deleitan en la interacción de luces y sombras. Desde tiempos inmemoriales, los japoneses han visto la belleza no solo en la luz sino también en la elegancia de la sombra que nace de la luz. Considere, por ejemplo, una pantalla plegable japonesa. Aunque la pantalla no es más que una simple estructura de superficies rectas y entrelazadas, tiene una belleza fascinante debido a la forma en que las sombras que se forman en la pantalla prestan una elegante profundidad al espacio. Este aspecto particular de la belleza de la luz es una parte única de la sensibilidad estética japonesa, que tanto caracteriza Japón.

Utilizando esta información, el creador del Grand Seiko Style desarrolló un concepto de diseño basado en la estética estructural de las crestas definidas con precisión, en el que una serie de superficies planas conforman tanto la caja como la esfera. Esta idea de diseño inspiró todos los aspectos, incluidos los marcadores de hora, que eran afilados y rectangulares y lucían orgullosos en la esfera. Un hermoso juego de luces y sombras nació a través del corte multifacético de estos marcadores. Cada ángulo de los marcadores tiene un corte de diamante en un ángulo preciso para que reflejen incluso la menor cantidad de luz. El diseño del Grand Seiko iba tomando forma gradualmente.